Análisis resumido de “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” por Federico Engels

“El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” por Federico Engels

Federico Engels fue un pensador y dirigente socialista alemán. Nació en una familia acomodada, conservadora y religiosa, propietaria de fábricas textiles. Pero después de estar en la Universidad de Berlín (1841 - 1842), se interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda y con el movimiento de la Joven Alemania. En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera amistad con Karl Marx. Sucesivamente ambos colaboraron juntos en la publicación de obras como La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto Comunista (1848).
Engels ejerció una gran influencia sobre Marx acercándole al conocimiento del movimiento obrero inglés y atrayendo su atención hacia la crítica de la teoría económica clásica. Friedrich Engels fue, junto con Karl Marx, uno de los creadores del Manifiesto Comunista y, por tanto, del correspondiente movimiento ideológico. Sus teorías se basaron en lo que él había vivido a su alrededor y sentaron las bases de trabajos posteriores.
Éste artículo fue ideado inicialmente como introducción a un trabajo más extenso denominado Tres formas fundamentales de esclavización. Pero, visto que el propósito no se cumplía, Engels acabó por dar a la introducción el título El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre. Lo más probable es que el artículo haya sido escrito en junio de 1876.



En su obra, Engels parte con la tesis donde asegura que “el trabajo ha creado al propio hombre” [Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (p.8).], en ella plantea el importante rol que el trabajo de la producción de instrumentos tuvo en la transformación del aspecto físico-mental del hombre y la formación de la sociedad humana, mostrando que, a partir de un antepasado parecido al mono, como resultado de un largo proceso histórico, se desarrolló un ser cualitativamente distinto, el hombre.

Cuando Engels menciona por primera vez en su texto a esta raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada, toma la descripción que Darwin hizo de estos seres: “Darwin nos ha dado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos de pelo, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas.” [Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (p.7).]
Un argumento como éste tiene como objetivo convencer al lector de que esa raza de monos súper desarrollada, de verdad existió y realmente fueron antepasados directos del hombre de la actualidad. Por eso la mención de Darwin es tan importante para probar la veracidad de su trabajo, pues en general, las teorías formuladas por Darwin han sido expuestas y analizadas por varios años, y hasta la actualidad siguen siendo usadas y aceptadas para explicar el origen del hombre.

Otro ejemplo es encontrado cuando Engels se dedica a explicar que la mano del hombre pasó por un largo período de transición como justificación a la abismal diferencia que existe entre los animales de la actualidad y el mono que evolucionó para convertirse en hombre. También ejemplifica algunas de las habilidades manuales, parecidas a las humanas, que los animales como el chimpancé han llegado a desarrollar, pero en contraste a ese dato redacta: “El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano salvaje del más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuese.” [Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (p.9).]
Aquí Engels busca hablar de la similitud que existe entre ambas razas de seres vivos, para persuadir al lector de forma que su mente deje lugar a creer en la posibilidad del origen simiesco del hombre, pero al mismo tiempo excluye de la ecuación a los animales de la actualidad que en nada se comparan a nuestro antepasado, dadas las destrezas humanas que él poseía o desarrolló en su momento.

Más adelante Engels habla sobre la repercusión que el desarrollo de la mano humana tuvo en otras áreas del cuerpo, y hace mención, una vez más, de Charles Darwin, es aquí donde se nota la influencia que el científico naturalista inglés ejerció en la obra de Engels.
“Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la correlación del crecimiento. Según esta ley, ciertas formas de las distintas partes de los seres orgánicos siempre están ligadas a determinadas formas de otras partes, que aparentemente no tienen relación con las primeras.” [Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (p.11).]
Así es como el alemán, apoyándose en la veracidad que toda teoría o dato ofrecido por Darwin resulta para gran parte de la sociedad, logra influir en lector y da pie para reafirmar su tesis, porque la mano del hombre comenzó con su desarrollo evolutivo a raíz del trabajo y ese mismo desarrollo benefició a otras partes del cuerpo humano con las que la mano tiene conexión de alguna forma para moldear al ser humano y que éste pudiese salir del estado salvaje en el que comenzó su existencia.

La estructura base del texto de Engels está dividida de esta forma: como introducción, Engels presenta al lector la idea de los monos antropomorfos y las discrepancias en las habilidades que presentaban en comparación con los monos de ahora; el desarrollo del texto es una introspección a la evolución del hombre mono y su forma de lidiar con los factores exteriores por los que se vio influido durante su desarrollo; al momento de identificar la conclusión es difícil precisar si existe dentro del texto, dado que en el manuscrito el escrito es interrumpido abruptamente sin llegar a nada concreto, el autor no emite una conclusión como tal, pero sí es posible inferirla o formarse una interpretación propia acerca de lo que quiso decir con su texto.

“Con el actual modo de producción, y por lo que respecta tanto a las consecuencias naturales como a las consecuencias sociales de los actos realizados por los hombres, lo que interesa preferentemente son sólo los primeros resultados, los más palpables. Y luego hasta se manifiesta extrañeza de que las consecuencias remotas de las acciones que perseguían esos fines resulten ser muy distintas y, en la mayoría de los casos , hasta diametralmente opuestas; de que la armonía entre la oferta y la demanda se convierta en su antípoda, como nos lo demuestra en el curso de cada uno de esos ciclos industriales de diez años, y como han podido convencerse de ello los que con el «crac» han vivido en Alemania un pequeño preludio; de que la propiedad privada, basada en el trabajo de uno mismo se convierta necesariamente, al desarrollarse, en la desposesión de los trabajadores de toda propiedad, mientras toda la riqueza se concentra más y más en manos de los que no trabajan; de que [...]” [Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (p.29, 30).]

Engels finaliza o no alcanza a finalizar su artículo, pero gracias al contexto en el que venía ubicando al lector en este punto del texto su conclusión no estaba muy lejana a llegar. Antes de llegar al fragmento anterior, Engels había ahondado en los sucesos, que llevaron al humano, casi desarrollado en su totalidad, a evolucionar en la versión actual del hombre, humanizándose a tal grado que adquirió capacidades para lograr actividades y tareas que están muy por sobre el nivel de las posibilidades que cualquier animal tiene, siendo así capaz de transformar la naturaleza y manejarla en su favor; también expuso los conflictos sociales y naturales, que esta interrupción humana en el ciclo natural de su entorno, trajo en consecuencia, para explicar con ello cómo es que la humanidad aprendió sobre las leyes de la naturaleza. Claro está, dice el autor, que debió transcurrir el tiempo suficiente para que la raza humana comprendiera que los efectos inmediatos serían sólo una parte del resultado de la modificación y su intervención en la naturaleza.

Pero enfatiza el autor que incluso teniendo conciencia de sus actos y la repercusión que estos tienen, a largo o corto plazo, en el entorno donde vive, no ha sido razón suficiente para que la sociedad deje de lado los modos de producción que buscan beneficiar a las clases más altas, que toman el trabajo de las clases oprimidas, y hacen uso de él sin ser los responsables del fruto obtenido, tomando poco en cuenta el desgaste social y de la naturaleza que esto tiene como consecuencia.

En pocas palabras, si bien resulta cierto que el trabajo es lo que le ha permitido al hombre ser hoy el ser racional lleno de habilidades extraordinarias, también el trabajo es el mismo que lo ha llenado de avaricia y soberbia como para creerse con el derecho de explotar a los que trabajan para los líderes en esta jerarquía social, que el mismo trabajo, creó. El trabajo tuvo un papel importante origen a la evolución del mono antropomorfo en el hombre, pero también fungió como causa para la decadencia en la que la sociedad se ha visto sumergida en los últimos años.


El presente análisis, son sólo unos fragmentos de un trabajo realizado por mis compañeras de la licenciatura y por mí, así que la interpretación del texto puede variar dependiendo de la persona, Por tanto las fuentes en las que nuestro trabajo está basado, vendrán adjuntas al final de esta entrada.


Las imágenes adjuntas fueron tomadas de:

https://bit.ly/2SlvsIq

https://bit.ly/2KLdsVE


Fuentes consultadas:

“Friedrich Engels” en Biografías y vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Consultado el 19 de noviembre de 2018. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/engels.htm

Engels, F (1988). El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Quinto Sol: México D.F. (pp. 7-30).

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